¿DE DÓNDE SALEN TUS PERSONAJES?

“¿De dónde salen tus personajes?”, me preguntó un hombre intrigado mientras leía mi novela, “Clara”. Le dije que “eran ficticios, pero que existían de antemano”. El encuentro fue breve y no pude explicar completamente lo que quería decir.

La pregunta me llevó a reflexionar acerca del proceso que utilizo para crear personajes y la forma en que construyo el plató en el que ellos actúan, así que decidí ponerlo por escrito en caso de que alguien más se lo pregunte o le sirva a un aspirante narrador.

Foto: Trussence

Foto: Trussence

Los personajes necesitan historias para existir. Esa es su excusa, su razón de ser, pero a menudo son ellos mismos los que las motivan. Ahora, para crear o acomodar los escenarios y situaciones que den vida a estos seres ficticios, un escritor necesita ser un buen observador, tanto de su entorno como de su interior. Además, debe aplicar la reflexión y el análisis. Su reto es plasmar afuera lo que procesa por dentro. Franz Kafka lo resumía refiriéndose al "tremendo mundo dentro de la cabeza". Y desde luego, hay que tener orden en la cabeza para que todo ese mundo pueda ser puesto por escrito.

Por ello, escribir representa un reto difícil en cuanto al resultado que se persigue, no sólo porque hay que mantener el orden en la cabeza, sino porque el escritor debe representar con palabras la realidad de los personajes, lo que ellos exigen y el plató en que actúan. Mientras otras formas de expresión utilizan formas abstractas e intangibles como notas, sonidos, espacios, imágenes, colores o movimiento, el escritor cuenta con palabras físicas que, además, ofrecen interpretaciones múltiples.

El reto del escritor es presentar una realidad de la forma más clara y convincente a sabiendas de que está narrando un mundo ficticio. Afortunadamente, gracias a la imaginación y la poesía se logra sobrepasar los límites entre lo real y lo ficticio. ¿O es que acaso lo ficticio no produce emociones reales?

Entonces, una vez creada esa “nueva realidad ficticia” vuelvo a responder de dónde salen mis personajes. Muchos de ellos nacen de antemano sin que yo dirija deliberadamente su gestación. Para mí ya existen, sólo que vienen a tocar a mi puerta para presentarse.

¿Pero algo tengo que hacer para “darles vida”, verdad?

Bueno, desde que tengo memoria me he dedicado a acumular voces, gestos, apariencias, personalidades, situaciones, olores y experiencias que he ido guardando en el que llamo “casillero de los detalles”. A veces, un personaje puede estar inspirado en gran parte por una persona que he conocido, pero no puedo evitar recurrir al casillero para atribuirle otros rasgos particulares. Ahí es donde conscientemente intervengo para moldear sus características, pero en otros casos mis personajes son la mezcla de muchos atributos, al punto que pierdo los rastros de su ADN.

Foto: Curtis MacNewton

Foto: Curtis MacNewton

Una vez los personajes salen a la luz, me maravilla el hecho de que los lectores se identifiquen con “gente” que no conoce, aunque eso mismo me pasa. Mientras escribo, descubro seres con almas propias, vivo y duermo con ellos, me hablan, les hablo y me enseñan sus facetas. El lector hace lo propio: crea sus propios personajes a partir de los detalles y descripciones que he señalado u omitido, y en el proceso añade rasgos que desconozco. 

Esto hace que mis personajes terminen siendo más reales de lo que yo mismo imaginé.