MI HISTORIA DETRÁS DE CLARA
CLARA nació de un cuento corto que me dio por rescatar del olvido. Acababa de publicar LOS HIJOS DE GODESH en 2016 y sentí la necesidad de seguir escribiendo, así que al año siguiente me dio por refrescar mi memoria y revisar viejos escritos con la idea de quizá desarrollar alguno.
Me puse a examinar una carpeta en la que guardo cuentos, guiones y libretos, y allí estaba la versión corta de CLARA. Aquella versión de unas veinte páginas en papel tamaño oficio, ya amarillo por el tiempo, olía a escritorio, y me trajo el recuerdo del aroma de Barranquilla, Colombia, donde viví casi dos años y en donde escribí de todo y a toda hora.
Lo hacía caminando, en los buses o en la oficina, dado que trabaja en la sección de Deportes del Diario La Libertad y, aparte de eso, enviaba notas de cine para el Diario del Caribe. Los cuentos, poesías y demás garabatos los hacía por gusto propio impulsado por la brisa del mar.
No me acuerdo si CLARA nació en Cali o en Barranquilla adonde me trasladé apenas terminé mi carrera de Comunicador Social y Periodista. Lo que sí sé es que aquel cuento nació a comienzos de los ochenta y tengo la clara sensación de que lo escribí en una sola sentada.
Al cuento se le había perdido la última página, era el párrafo final, pero sabía perfectamente cómo terminaba la historia.
Me dije entonces: "Este cuento amerita un mejor desarrollo". Y eso hice.
De aquella versión rescaté la trama central, el testamento falso, el chantaje de la protagonista, el pueblo donde ocurre, y le dí un nombre al abogado: Harel Llano, el cual representa una dicotomía que explico en la novela y que, a la vez, define las contradicciones del personaje. Harel es un hombre analítico, pero a la vez iluso; es serio, pero de humor puntilloso.
El pueblo mantuvo su protagonismo, el calor de sus calles y su fama de lugar perdido donde solo ocurren malas noticias, pero ahora que otros personajes vivían en él, necesitó de un nombre, una historia y hasta un paisaje.