EL PUNTO Y LA COMA
Una vez un punto conoció a una coma, cruzaron palabras y de ahí nació una larga conversación. Todo andaba de maravilla hasta que empezaron a surgir desacuerdos. Ella quería hablar y hablar poniendo una coma tras otra, y él sentía que le faltaba el aire, por lo cual recurría a pequeños intervalos para cortar la avalancha. La coma se sentía abruptamente interrumpida y encorvaba su espalda. Del disgusto se pasó a la discusión y un día ocurrió una agria disputa.
–¡Coma! –pedía ella.
–¡Punto! –respondía él.
–¡Coma!
–¡Punto!
–¡Coma!
–¡Punto!
–¡Coma!
–¡Punto! –recalcó él para dejar en claro el suyo.
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